martes, mayo 30, 2006

Una licencia

Cuando miro a tus ojos
puedo ver un amor contenido
pero querida, cuando te abrazo
no sabes que siento lo mismo
porque nada dura para siempre
y ambos sabemos
que los corazones pueden cambiar
y es difícil mantener una llama encendida
en la fría lluvia de noviembre.
Hemos pasado por esto
durante tanto, tanto tiempo
tan sólo intentando matar el dolor
pero los amantes siempre llegan y se van
y nadie está realmente seguro
de quien se marchará hoy
alejándose.
Si pudiéramos tomar el tiempo
para dejarlo en la línea
puedo descansar mi cabeza
sólo sabiendo que fuiste mía
sólo mía.
Así que si quieres amarme
entonces, querida, no te reprimas
o simplemente terminaré caminando
en la fría lluvia de noviembre
necesitas un poco de tiempo...
para ti
necesitas algo de tiempo...
sólo para ti
todos necesitamos algo de tiempo...
para nosotros mismos.
no sabes que tú necesitas
algo de tiempo... sólo para ti
sé lo difícil que es mantener
un corazón abierto
cuando incluso los amigos
parecieran herirte
pero si pudieras sanar
un corazón roto
no estaría el tiempo ahí
para encantarte.
Algunas veces necesito algo de
tiempo... para mí mismo
algunas veces necesito algo de
tiempo... sólo para mí
todos necesitan algo de tiempo...
para sí mismos
no sabes que necesitas algo de tiempo...
sólo para ti.
Y cuando tus temores subsistan
y las sombras permanezcan
sé que podrás amarme
cuando no haya nadie más
a quien culpar
así que ignora la oscuridad
aún podemos encontrar un camino
porque nada dura por siempre
ni siquiera la lluvia fría de noviembre
¿No crees que necesitas a alguien?
¿No crees que necesitas a uno?
Todos necesitan a alguien
y no eres la única
y no eres la única.
En la década de los noventa recuerdo que alucinaba con las canciones de Guns & Roses, de todos los grupos de esa época por alguna extraña razón este era mi favorito. Hoy cuando volví a escuchar esta canción recordé hartas cosas de ese entonces, los primeros amores, las primeras desilusiones y las primeras promesas que como muchas, con el tiempo no se cumplen. Hoy me di cuenta también que al parecer estoy viviendo de muchos recuerdos, y que en parte quizás son los culpables de las variaciones en mi estado de ánimo.
Más de alguien puede decir que lo típico que se hace en los blogs cuando se acaban las ideas es subir canciones o chistes. Yo por el contrario tengo demasiadas cosas por decir, pero como es costumbre en mí en estos casos, opto por callarme.

jueves, mayo 25, 2006

Sin título

Y cuando empiezo a decaer, y a pensar que a veces es necesario que ocurran cosas distintas para salir de la monotonía que detesto, cuando empiezo a pensar que a pesar de hacer tantas cosas en el día de todas formas siento que es siempre lo mismo, y cuando a veces necesito multiplicar las veinticuatro horas por cinco para que me alcance el día y no parta el siguiente con saldo en contra, y cuando me empiezo a compadecer de mí misma, y a hacerme la víctima que en ocasiones lo disfruto mucho, cuando vuelvo a creer que soy el centro del universo, y que el mudo gira por y para mí... es ahí cuando afortunadamente vuelvo a la realidad, pongo los pies en la tierra, me bajo un poco de mi autoestima elevada, y caigo en cuenta que soy un número más en el planeta. Que si mañana amanezco enferma, si no puedo rendir al cien por ciento, si vuelvo a estar fuera de las pistas por más de un mes como hace casi diez años, el mundo seguirá girando y las cosas seguirán sucediendo conmigo o sin mí.

Lo gracioso de todo esto, es que lejos de sentirme asustada o molesta luego de esta brillante conclusión, siento mi mochila más liviana y siento también que me puedo tomar las cosas con más calma, porque somos miles de millones y ni siquiera alcanzo a ser un número redondo si se me ocurre calcular qué porcentaje represento.

Y mientras pienso muchas cosas más, recuerdo a una de mis mejores amigas y siento muchas ganas de ayudarla y de buscar la manera de hacer que se sienta mejor en este momento, que olvide por un rato todo lo mal que lo está pasando y vuelva a ser la misma que conocí hace dos años atrás. Me frustra un poco sentir que no me queda otra cosa que darle mucho ánimo, sacarla por un rato de su pena, y quizás sólo escucharla y creer que de esa forma se sentirá un poco más aliviada.

Luego cambio de habitación y siento que un amigo muy especial también por estos días no lo está pasando bien, que tienen que tomar decisiones importantes y que a pesar que no me enteré por él de su mal momento sino que por su hermano, está esperando mi llamado y está necesitando que tengamos esas conversaciones que teníamos en aquellos años, cuando las cosas eran distintas pero que a pesar de todo el tiempo ha logrado que no se pierdan los recuerdos.

Y mientras escribo esto afuera llueve, y siento que me quiero ir ya para escuchar su sonido en vivo y por qué no, para ver si logro mojarme un poco (a pesar de andar con paraguas) como lo hacía cuando apenas tenía diez años y ni siquiera me imaginaba cómo sería mi vida a los treinta.

Y mientras abría mi blog para empezar a tirar en una página en blanco todo lo que he pensado por estos días, me doy cuenta que este es mi post número setenta y cinco y que coincide con mi año de nacimiento. Luego pienso en otra cosa, y me doy cuenta de que a pesar que siempre me ha llamado la atención la numerología y sus misterios, no sé por qué extraña razón los números siempre los escribo con palabras.

Y para aportar algo más sobre los números, miro el reloj y noto que ya es hora de volver a clases, porque el timbre sonó hace más de un minuto y yo sigo pegada frente a la pantalla del PC. Será nuevamente que la lluvia me vuelve distinta, cuando vaya camino a mi fortaleza lo pensaré más detenidamente.

lunes, mayo 22, 2006

Mi (cero) aporte a la comunidad

Si alguna vez llegan en la mañana del fomingo a su casa, se enteran de que toda la familia tiene su panorama armado fuera de ella, lo cual por supuesto no contempla dejar preparado el almuerzo… no siempre la comida congelada es una buena solución. Ni siquiera por lo linda que pueda verse en el envase una vez seguidas (supuestamente) todas las instrucciones de preparación.
A veces es mejor pegarse la lata de cocinar "algo de verdad", aunque sea domingo, aunque no haya ganas de hacerlo, y aunque haya poca creatividad también producto del agotamiento. Todo es mejor que terminar el día con acidez, y pensando si es tan verdad que los congelados nos alivianan la vida.
Si pudiera retroceder el tiempo… habría llegado más temprano y me habría colado en alguno de los panoramas seguramente…

Importante!: he leído este último tiempo que hay algunos individuos que se dedican a copiar o a "tomar prestados" post de otros blogs, sin otorgar los créditos necesarios a su autor. Bueno, yo sólo puedo decir que por mí no se preocupen porque:

1º Si le copio a otro ya no sería yo. Me preocupa más eso, que quedar en evidencia ante el resto por malas costumbres.

2º No me preocupa que alguien me copie o me robe a mí. O sea… no creo que exista gente tan bruta como para querer robar las burradas que escribo.

Eso.

martes, mayo 16, 2006

Y eso era...

Cuando hace tres años atrás me decidí a estudiar otra carrera, el motivo principal en ese minuto era porque al haberme cambiado de trabajo, aparte de tener demasiado tiempo libre en las tardes, extrañaba mucho a alguien que, en parte por razones geográficas, era mejor enviar a la papelera de reciclaje y mantener la mente ocupada con cosas importantes.

De todas formas no hablábamos de inscribirme en un gimnasio o de meterme a clases de baile, me hice a asesorar por un buen amigo que ya se manejaba en el área de Comex desde hacía unos años. Reuní todos los papeles que me pedían y partí en el verano a matricularme sin estar en un cien por ciento convencida de mi elección, pero sí sabiendo que era algo necesario.

No voy a dar la lata de cómo han sido estos tres años, pero puedo decir que conocí mucha gente y de todo tipo, lo pasé muy bien y a veces pésimo, pero de que aprendí mucho y le saqué provecho en un doscientos por ciento a este tiempo no tengo duda alguna.

Siempre he sido muy exigente conmigo (y/o con mi otro yo, jejeje) por lo que mientras mis compañeros sacaban cuentas calculadora en mano de la nota que necesitaban en el examen para salvar un ramo, yo sufría y me enojaba porque a veces tenía algún cuatro ó cinco, me parecía que entonces algo no había entendido o en alguna parte estaba fallando. Bueno, gracias a todo lo exigente que fui conmigo fue que el año pasado me gané una de las becas por el mejor rendimiento de la carrera durante el 2004, eso me significó que aparte de recibir un diploma no pagué nada la segunda mitad del año pasado.

Por ese motivo fue que cuando recibí la invitación para asistir este año, no creía que la historia se repitiera. Había terminado muerta el 2005 con sólo ganas de dar los exámenes y salir de vacaciones. Bueno, al parecer nuevamente los muchos sacrificios valieron la pena y esta perna (o nerd si prefieren), volvió nuevamente a recibir la beca pero con la diferencia que ahora me significa pagar la mitad de la titulación, que cuando pregunté el precio quedé un bastante traumada por unos segundos.

Y eso, esa era la sorpresa de la que hablaba el viernes, aunque por supuesto no fui con traje de lentejuelas ni tampoco con abrigo de chinchillas. Sólo me peiné un poco y nada más. Estuvo buena la ceremonia, igual me dio un algo de pena porque me di cuenta de lo rápido que pasó el tiempo y de lo poco que me queda para terminar, justo ahora que me estaba encariñando con varios amiguitos… en fin. Las fotos de la chacota… perdón… de la premiación las pueden ver en mi flickr si tienen ganas.

viernes, mayo 12, 2006

¿Qué será?

Hoy en la tarde no tengo clases...
... es la inauguración del año académico...
... estoy invitada...
... hay una sorpresa...
... quiero saber qué es... ¡¡¡no me gustan las sorpresas!!!.

(Me ofrecerán acaso ser la nueva imagen corporativa de la Escuela, para subirle el pelo digo yo... ridícula!).

Lo que quiera que sea, al menos ya estamos de acuerdo en que después del acto habrá que ir a celebrar, y a brindar por mí y por todos mis compañeros. Por ahora voy a buscar el traje de lentejuelas y el abrigo de piel de chinchilla, no se me vaya a olvidar el detalle de sacarle las pelotas de naftalina.

tic... tac... tic... tac... mmmmm...

martes, mayo 09, 2006

"El hombre que espera"

Hasta diciembre del año pasado, era asidua lectora de un espacio que había en Emol llamado "Linkódormo" (Crónicas Digitales). Digo hasta diciembre porque lamentablemente el treinta de ese mes fue la última vez que se publicó la columna, entiendo que el periodista responsable de ella emigró del diario porque lo escucho por estos días en una radio digital a cargo de una sección.

Estas crónicas las encontré casi de casualidad, y eso que me considero adicta a emol (cobraré por publicidad). Las primeras que leí me gustaron más que todo porque de temas simples se armaban historias muy locas, profundas a veces, o quizás vistas desde una perspectiva distinta. Hubo una en particular, que desde que la leí me dejó casi alucinando. Me costó encontrarla ahora pero San Google se alineó conmigo y la encontré. Para mí tiene un sentido muy especial, quizás para algunos pueda sonar un tanto deprimente o tristona, pero quizás no es la idea de fondo. Las frases en color verde eran las ventanas que se abrían al hacer click en los hipervínculos, las fotos las omití porque no son tan relevantes en la historia.

El hombre que espera
Viernes 15 de abril 2005

Es un hombre. Eso está claro (eso es casi lo único que está claro). Es un hombre como cualquier otro. Que lleva una vida como la de cualquier otro hombre.

Lo único que lo diferencia del resto de los mortales, es que este hombre, es el hombre que espera. Su única actividad, su único norte, su única preocupación, la única misión que parece habérsele encomendado en esta vida (en las otras no se sabe) es esperar.

Entonces este hombre enjuto y desesperanzado, simplemente espera.

Pero no es del tipo de los que se sientan a esperar así de brazos cruzados. No, no, no. Mientras espera, el hombre sale a dar vueltas por ahí.

Su andar es silencioso. Su cuerpo transparente. A ratos da la impresión de que casi ni respira.

Así, en ese estado a medio camino entre una planta y un animal de costumbres perezosas, el hombre usualmente y en cualquier circunstancia, se pone a dar largos paseos. Paseos que llevan a este hombre (que ya se ha convertido casi en un profesional de la espera), a lugares insospechados.

Si no es aquí. Es acá. Si no es acá, es un poco más allá. Siempre dando vueltas. Metiendo las narices en lugares que a nadie le importan. Menos a él, que lo único que tiene que hacer es esperar.

¿Pero qué es exactamente lo que está esperando? A ciencia cierta nadie lo sabe. Mucho menos él.

Pero él no se cuestiona. Él simplemente espera. Y a veces, de tanto esperar, el hombre se cansa, a veces se aburre, a veces se pone triste, a veces casi se le caen las lágrimas por motivo de esta espera, que parece una extraña condena.

Otras veces, la mayor parte del tiempo, más bien, de tanto esperar, el hombre se bloquea. Se queda parado ahí en cualquier sitio, mirando hacia ninguna parte, simplemente a la deriva.

Puede pasarse horas en eso. Para después, tras alguna imperceptible explosión en su cerebro, ponerse a andar de nuevo.

En algunas oportunidades, sin siquiera tener hambre, el hombre que espera elige al azar un restaurante en el que decide probar suerte (nunca se sabe con qué puede llegar uno a encontrarse, piensa el hombre que espera).

Y en el restaurante, que resulta ser un restaurante de comida peruana, el hombre se sienta a esperar, y a mirar por la ventana, sin más esperanzas que un plato de comida (a pesar de que ni siquiera tiene hambre).

¿Cómo sabe este hombre que se trata de un restaurante de comida peruana?. Bueno, por la decoración, por el acento de las meseras, por la música que sale por los parlantes, por la oferta de platos en el menú. Pero principalmente porque eso era lo que decía el letrero que el hombre que espera leyó antes de entrar al local.

Cuánto le gustaría a este hombre que la atención fuera lenta. Que se demoraran lo más posible en traerle hasta su mesa el ají de gallina, para así poder esperar lo más posible allí adentro, escuchando para siempre esa marcha peruana que se repite y se repite y se repite, mientras él espera.

Pero no. No se demoran nada en traerle su plato y él se demora mucho menos en ingerirlo.

Podría pedir un café. Podría pedir un postre. Podría alegar que quedó con hambre y pedir otro plato (cuando en realidad nunca tuvo hambre). Podría pedir otra botella de vino. Podría emborracharse hasta perder la conciencia (así no se daría cuenta que está esperando). Pero finalmente el hombre que espera decide dejar de esperar, y pide la cuenta, y apenas paga y deja una propina miserable, sale a la calle, donde no le queda más que seguir esperando.

Y como ya está bien alimentado y con energías de sobra, el hombre que espera se pone una vez más a recorrer la ciudad, sin un rumbo específico.

Va de aquí, para allá esperando por todos lados. Nada más que hacer. Casi no le quedan lugares donde seguir esperando. Prácticamente ha estado en todas partes.

Porque ya fue dicho que esa parece ser su verdadera y única misión en la vida. Y es por eso que a este hombre no le importa seguir esperando, en cualquier parte, a cualquier hora. Donde sea.

A veces la espera puede resultar una experiencia agria. Otras veces la espera puede ser dulce y otras veces cruel y afilada, como la venganza.

La espera muta y adopta distintas formas, pero este hombre sigue siendo el mismo, y es solamente su entorno el que se renueva, el que evoluciona, el que se contrae.

Es algo parecido a la matriz, pero mucho, muchísimo más aburrido.

Y lo peor es que este hombre no tiene forma de saber cuánto tiempo tendrá que seguir esperando. Por más que busca señales en todas partes, las señales son imprecisas y le resulta de plano imposible hacerse una mínima idea de cuánto le queda por esperar (podrían ser días, podrían ser meses, podrían ser años, podría ser toda una vida).

Pero ésa es una inquietud que no alcanza incubarse por demasiado tiempo (es como un cometa que va y viene en un circuito breve) y cuando la incomodidad pasa, el hombre comprende que puede que sea precisamente la espera el origen de su redención
.

miércoles, mayo 03, 2006

¿"Ser o no ser" o... "pienso luego existo"?

Podría hablar (escribir) de muchas cosas que están ocurriendo por estos días: entre los errores del SML, las embarradas del 01 de mayo, las acusaciones varias, la economía nacional y mundial, y como broche de oro el caso “transantiago”… hay harto tema la verdad. No lo hago porque ya para eso están los noticiarios, los diarios o mis blogs de visita obligada donde lo han dicho casi todo, y yo también he aprovechado de hacer mis descargos. No sé si en forma tan objetiva, pero al menos con el derecho que me da ser una ciudadana con voz y voto (y a la que han tenido de material las últimas dos elecciones). Ahora que lo pienso… ¿en qué me gasté las seis lucas…?, buena pregunta.

Cuando ocurren tantas cosas que llaman la atención de la “opinión pública”, es el momento en el que yo me empiezo a hacer preguntas y caigo en reflexiones inútiles al estilo de “¿y qué podría hacer yo para que las cosas fueran distintas?”. Porque la verdad es que no es un gran aporte a la sociedad sólo quejarme y reclamar, si al final igual sigo siendo sólo espectadora y una más entre muchos. La respuesta que me llega desde el más allá es que no hay mucho que hacer, porque las personas que manejan los hilos de esta película dentro de los requisitos que deben cumplir, está el hacer las cosas a medias y ojalá “a lo compadre”. Nunca hacerlas bien a la primera, porque si no nos mal acostumbramos a que las cosas realmente funcionen, a ahorrarnos plata en indemnizaciones, y a no tener que pagarle al asesor que asesora al asesor porque los titulares entienden poco o nada de la pega que se les encomendó… en fin… ¡Así me gusta Chile!.

Es por eso que mejor cambio mi switch, y pienso en cosas más personales. Que si bien es cierto no cambiarán en nada el curso de la historia, pero al menos sí está en mí poder hacer que funcionen bien o mal. Village y las casas comerciales nos recuerdan que el próximo domingo es el día de la madre. En mi casa es probable que las festejemos el sábado, mi mamá tiene otros planes para el domingo, aunque mi hermana del medio depende del día en que mi ex cuñado se lleve a mi sobrino, y mi hermana mayor tiene que coordinarse con su marido porque hay que visitar a la suegra. Mi sobrina mayor no tiene problemas, porque los horarios los maneja ella y se suma a la mayoría… qué caos…

Por el otro lado estoy yo, que en mi papel secundario (sólo soy hija en esta historia) no me queda más que acomodarme a lo que decida la mayoría, y a pensar si algún día me tocará celebrarme a mí también. Las veces que lo pienso nunca sé que responderme, mi otro yo me dice que quizás es un tema al cual debiera prestarle más importancia, y que hasta es un acto personalista de mi parte. Yo le respondo que no se meta porque si de verdad fuera una personalista de (…), viviría en mi mundo sin importarme lo que le pase al resto. Al contrario de eso, siempre estoy pendiente de la gente que quiero (y de la que no quiero pero aprecio también), es sólo que a veces hago como que no me importan para que noten que ellos también son capaces de salir solitos de situaciones complicadas o molestas.

Bueno, tanta incoherencia junta se debe a que ando un tanto colapsada por las pruebas, y que en mi intento de desconectarme un poco me pongo a filosofar de lo humano y lo divino. Estoy precisamente en eso, cuando escucho en mi emisora favorita que el Dalai Lama llegó esta mañana a Santiago. Quizás ahí esté la solución a las crisis existenciales que me invaden de vez en cuando…