Hasta diciembre del año pasado, era asidua lectora de un espacio que había en Emol llamado "Linkódormo" (Crónicas Digitales). Digo hasta diciembre porque lamentablemente el treinta de ese mes fue la última vez que se publicó la columna, entiendo que el periodista responsable de ella emigró del diario porque lo escucho por estos días en una radio digital a cargo de una sección.
Estas crónicas las encontré casi de casualidad, y eso que me considero adicta a emol (cobraré por publicidad). Las primeras que leí me gustaron más que todo porque de temas simples se armaban historias muy locas, profundas a veces, o quizás vistas desde una perspectiva distinta. Hubo una en particular, que desde que la leí me dejó casi alucinando. Me costó encontrarla ahora pero San Google se alineó conmigo y la encontré. Para mí tiene un sentido muy especial, quizás para algunos pueda sonar un tanto deprimente o tristona, pero quizás no es la idea de fondo. Las frases en color verde eran las ventanas que se abrían al hacer click en los hipervínculos, las fotos las omití porque no son tan relevantes en la historia.
El hombre que espera
Viernes 15 de abril 2005
Es un hombre. Eso está claro (eso es casi lo único que está claro). Es un hombre como cualquier otro. Que lleva una vida como la de cualquier otro hombre.
Lo único que lo diferencia del resto de los mortales, es que este hombre, es el hombre que espera. Su única actividad, su único norte, su única preocupación, la única misión que parece habérsele encomendado en esta vida (en las otras no se sabe) es esperar.
Entonces este hombre enjuto y desesperanzado, simplemente espera.
Pero no es del tipo de los que se sientan a esperar así de brazos cruzados. No, no, no. Mientras espera, el hombre sale a dar vueltas por ahí.
Su andar es silencioso. Su cuerpo transparente. A ratos da la impresión de que casi ni respira.
Así, en ese estado a medio camino entre una planta y un animal de costumbres perezosas, el hombre usualmente y en cualquier circunstancia, se pone a dar largos paseos. Paseos que llevan a este hombre (que ya se ha convertido casi en un profesional de la espera), a lugares insospechados.
Si no es aquí. Es acá. Si no es acá, es un poco más allá. Siempre dando vueltas. Metiendo las narices en lugares que a nadie le importan. Menos a él, que lo único que tiene que hacer es esperar.
¿Pero qué es exactamente lo que está esperando? A ciencia cierta nadie lo sabe. Mucho menos él.
Pero él no se cuestiona. Él simplemente espera. Y a veces, de tanto esperar, el hombre se cansa, a veces se aburre, a veces se pone triste, a veces casi se le caen las lágrimas por motivo de esta espera, que parece una extraña condena.
Otras veces, la mayor parte del tiempo, más bien, de tanto esperar, el hombre se bloquea. Se queda parado ahí en cualquier sitio, mirando hacia ninguna parte, simplemente a la deriva.
Puede pasarse horas en eso. Para después, tras alguna imperceptible explosión en su cerebro, ponerse a andar de nuevo.
En algunas oportunidades, sin siquiera tener hambre, el hombre que espera elige al azar un restaurante en el que decide probar suerte (nunca se sabe con qué puede llegar uno a encontrarse, piensa el hombre que espera).
Y en el restaurante, que resulta ser un restaurante de comida peruana, el hombre se sienta a esperar, y a mirar por la ventana, sin más esperanzas que un plato de comida (a pesar de que ni siquiera tiene hambre).
¿Cómo sabe este hombre que se trata de un restaurante de comida peruana?. Bueno, por la decoración, por el acento de las meseras, por la música que sale por los parlantes, por la oferta de platos en el menú. Pero principalmente porque eso era lo que decía el letrero que el hombre que espera leyó antes de entrar al local.
Cuánto le gustaría a este hombre que la atención fuera lenta. Que se demoraran lo más posible en traerle hasta su mesa el ají de gallina, para así poder esperar lo más posible allí adentro, escuchando para siempre esa marcha peruana que se repite y se repite y se repite, mientras él espera.
Pero no. No se demoran nada en traerle su plato y él se demora mucho menos en ingerirlo.
Podría pedir un café. Podría pedir un postre. Podría alegar que quedó con hambre y pedir otro plato (cuando en realidad nunca tuvo hambre). Podría pedir otra botella de vino. Podría emborracharse hasta perder la conciencia (así no se daría cuenta que está esperando). Pero finalmente el hombre que espera decide dejar de esperar, y pide la cuenta, y apenas paga y deja una propina miserable, sale a la calle, donde no le queda más que seguir esperando.
Y como ya está bien alimentado y con energías de sobra, el hombre que espera se pone una vez más a recorrer la ciudad, sin un rumbo específico.
Va de aquí, para allá esperando por todos lados. Nada más que hacer. Casi no le quedan lugares donde seguir esperando. Prácticamente ha estado en todas partes.
Porque ya fue dicho que esa parece ser su verdadera y única misión en la vida. Y es por eso que a este hombre no le importa seguir esperando, en cualquier parte, a cualquier hora. Donde sea.
A veces la espera puede resultar una experiencia agria. Otras veces la espera puede ser dulce y otras veces cruel y afilada, como la venganza.
La espera muta y adopta distintas formas, pero este hombre sigue siendo el mismo, y es solamente su entorno el que se renueva, el que evoluciona, el que se contrae.
Es algo parecido a la matriz, pero mucho, muchísimo más aburrido.
Y lo peor es que este hombre no tiene forma de saber cuánto tiempo tendrá que seguir esperando. Por más que busca señales en todas partes, las señales son imprecisas y le resulta de plano imposible hacerse una mínima idea de cuánto le queda por esperar (podrían ser días, podrían ser meses, podrían ser años, podría ser toda una vida).
Pero ésa es una inquietud que no alcanza incubarse por demasiado tiempo (es como un cometa que va y viene en un circuito breve) y cuando la incomodidad pasa, el hombre comprende que puede que sea precisamente la espera el origen de su redención.
18 comentarios:
Mhmm.
No sé muy bien que decir al respecto de este escrito del Hombre que espera...
Es un tanto confuso. Claustrofóbico. Pero no logro decidir si es honestamente extraño o está forzado.
Creo que tendría que leer más cosas del autor, para entender el verdadero espíritu de la historia.
J.C.
También era fanática del Linkódromo, y este texto en especial me encantó... un abrazo negrita
Jamás había leído, ni sabía la existencia de linkodormo..
pero por lo que leí me gusto..
Aunque demasiada tristeza en sus palabras..
Cariños amiga!
Un par de veces lo leí, bastante interesante la historia de este "sujeto", pero un poco ambigua... final incierto
Saludos
no había escuchado jamás de él...
pero me pareció interesante la historia... el fondo es como cada uno se ponga a interpretar... será q ese mismo hombre la parte inconsciente de cada uno que siempre espera un nose ké?? de los ke viven a la espera de algo ke de el "vamos" para iniciar algo??--
mmmmm....
hay otras interpretaciones ke tb podrían hacerse....
pero bueno, te envio un abrazo...
te sigo leyendo;)
El linkodromo tenia su magia....aunque tambien a veces se chacreaba.
Me gusto el linkodromo de cuando ossandon fue a ver la pelicula Perdidos en Tokio (Lost in Translation). Senti mucho, muy parecido a lo que escribió, cuando vi esa peli.
Llore mucho y aun no se porque... será la identificación?.
a mi tb me encantaba
una lastima
saldra alguien a ocupar esta falta?????????????
no lo crro
saludos
paul
Que corto el texto(ja) te odiooo ¡
en fin, a lo que venimos.
me gustaba eso del Linkodromo.
bien lo citas y describes aqui.
super entrete recordarlo.
saludos cordiales y apurados.
hasta pronto.
terrible noticia lo de soraya, a mi me dejó helada....
puse una foto de ella y subí unos párrafos de la carta que dejó en su página web...
cariños
Que buena la historia, nunca llegue a esos lares, no soy muy asidua a emol... pero esta buena, algunas reflexiones me obligar a darme un par de vueltas esperando algunas ideas y tambien se me pasa un poco de tiempo esperando la hora de salida... jejejeje
Saludos!
:D
Yo tampoco lo habia leido...
pero siempre es bueno leer no?
me gusto...
nunca lo e leido!!1
pero esta interesante
gracias por los saludos..
tan colegas no somos..yo tengo 36,,je je
abrazos
saludos cariñosos....vaya! que buena elección hiciste...de pronto me ha ocurrido que me siento como el compadrito del relato...pero se me pasa, afortunadamente...
cariños a granel...gracias por venir de visitas por el barrio
Felipe Ossandón creo que es el periodista que era de Emol y ahora está en la Play. Leí varias cosas de él y me gustó...
La historia de la espera es buenisima, la espera puede ser redención y eso es algo que si entendiéramos seríamos mucho más felices.
Nos vemos!!!!!!
debo confesarlo, tu ma has abierto los ojos, nunca habia pescado ese texto.
entretenido tu blog, un gusto leerte.
Estoy perdida... espero una respuesta a qué es el linkodormo...
Me pareció bastante interesante el cuento... pero que´de media colga'... nice en todo caso.
Un beso, chau
Lore
Muchas veces estuve esperando como el hombre que se describe en este relato, esperando que un amor tocara a mi puerta y cuando esto paso me puse tan torpe que no supe que hacer.
Muchas veces espere que mi vida tomara algún rumbo y sin querer con el paso de los años, estoy donde quería, y no se que hacer con ello.
Interesante el relato.
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